3 simples pasos para caer profundo

Tres simples pasos para caer profundo *Primer paso* +Capítulo 01+

 

Primer Paso
Buscar lo desconocido

Capítulo 01

Miré por la ventana ese día parecía ser aún más aburrido que los anteriores, y ahí me encontraba encerrado de nuevo en la biblioteca, esperando que alguien fuera a verme.

Mi larga espera se detuvo en un instante, tres toques cortos y uno largo, era la señal.  Me acerqué al librero  que servía de entrada a mi biblioteca personal y dejé pasar a una persona que miraba nerviosa alrededor.

-Te tardaste mucho noona – tenía que quejarme llevaba toda la mañana esperando.

-Disculpa pero casi nunca estás sin vigilancia – la chica dejó una canasta sobre el sillón. – Conseguí todo lo que me pediste, es peligroso que lances mensajes desde tu ventana, podrían descubrirte.

-Está bien, me fijé que solo estuvieses tu Micaella noona – empecé a sacar las cosas de la canasta, ahí estaba todo, ropa sencilla, más papel, plumas y tinta para seguir escribiendo, inclusive uno de mis pasteles favoritos.

-Lo conseguiste – alcé la voz con alegría y llevé el pastel hasta el escritorio donde me senté a observarlo. –Mi único amor ha vuelto a mi lado – la chica solo se rió y se sentó en el sillón tomando uno de los libros de la enorme pila que tenía en la mesa.

-¿Expediciones?

-Si, estoy algo interesado en eso ahora, dejaré los experimentos de laboratorio de lado y me dedicaré a eso.

-Me agrada oír que dejarás los experimentos no he podido controlar el salpullido de la última vez y aun me desmayo cuando escucho el cencerro de Clavela – la chica empezó a hojear el libro, y yo recordé esa sesión de hipnosis de la última vez, simplemente me empecé a atacar de risa.

-Tu pediste eso, yo te sugerí que actuaras como gallina  – seguía riendo sin control – además te hubiese convenido. – Seguí riendo y me miró molesta.

-¿Y cómo piensas explorar? – Me detuve al ver mi realidad como odiaba esa realidad. – Te recuerdo que no puedes salir de esta área y mucho menos convivir con más personas.

-No tenías porque recordármelo – me sentí triste y luego volví a ver el pastelillo que estaba a medio comer en el escritorio – tu siempre sabes cómo hacerme sentir mejor – me comí la fresa, saboreando el dulce y fresco sabor – no sabes cómo te amo, tu nunca me impedirías salir.

-Se me pone la piel de gallina cuando hablas con ese pastel, necesito que me expliques tu plan, porque estoy segura que me harás participar en él, soy la única persona con quien hablas – ella tenía razón. En realidad no era la única persona con quien hablaba, pero si la única amiga que tenía por así decirlo. Mi vida ocurría detrás de esos muros repletos de libros y en la habitación que estaba anexa a ese despacho. Ese era todo mi mundo. Solo el mayordomo, mi institutriz y mi padre tenían permitido visitarme.  Y Micaella un día mientras que buscaba libros para ilustrarse como mujer moderna que decía ser me había encontrado, desde entonces yo había empezado a entender mejor a las personas y de un ser frio y solitario me había vuelto un chico normal otra vez.

-Quiero explorar este valle – dije mirando por la ventana – descubrí que la gente tiene un sistema de creencias muy variado y existen diferentes zonas, si es posible me gustaría llegar hasta el bosque – la miré con mis ojos de cachorro, eso siempre la convencía.

-Pero estás enfermo, no hay forma de que puedas salir – su voz tenía lástima y tristeza en ella.

-No quiero pasar el resto de mi vida detrás de estos muros observando como todos viven en el momento – me puse de pie y miré por la ventana – no sabes cómo envidio a Leonora, a mi hermano, a Pancho, a Perengana, a Mr. Jinki inclusive a Clavela y eso que es una vaca.

-A Clavela lo entiendo, ella parece feliz cuando come pastos y sale al campo, pero no deberías tener envidia de Perengana, esa mujer no sabe lo que es vivir – se rió de su propio chiste. –Está bien – se puso de pie – te ayudaré.

-Gracias – me levanté emocionado y terminé el resto de mi pastel de golpe.

-Pero con una condición – me quedé estático por lo general no escuchaba sus condiciones cuando sacaba alguna idea de mis libros – tomate tu tiempo, si te sientes mal estás obligado a avisarme y  no creas que iremos al bosque la primera vez que salgas, eso tomará su tiempo.

-Esa es más de una condición – mostré mi sonrisa – pero eso quiere decir que me ayudarás a salir varias veces – no podía sentirme más emocionado, saltaba de un lado al otro viendo la ropa y mirando por la ventana.

-Claro, este valle es muy grande no puedes verlo todo en un día – seguía demasiado contento, de verdad que había encontrado una buena amiga. – Ahora vete a cambiar si sales con el bombín, las polainas y el bastón todos sospecharán quien eres al instante aunque nadie te conozca.

– Como usted diga señora – imité a un militar y luego reí, caminé hasta la puerta que daba a mi cuarto y  antes de cerrar la puerta me asomé – disculpa por lo del salpullido – sonreí y me metí rápido antes de oír su regaño. Adoraba fastidiar a mi noona, ella me había enseñado todo lo que debía de saber. No mi vieja y encorvada institutriz con nariz de buitre que solo me enseñaba temas religiosos y me repetía como debía prepararme para acabar en el purgatorio.

 

Cuando todo estuvo listo nos asomamos los dos por entre el librero cerciorándonos que no hubiese moros en la costa. *Frase resultante del periodo español donde tribus del medio oriente habitaban en el territorio. Los cristianos (de la forma en que se llamaban los habitantes de la península Iberica) lucharon varias batallas para expulsarlos de su territorio. Los navíos de los moros eran impresionantes y siempre se cercioraban que no llegaran refuerzos por la costa. Por eso se usa la frase “No hay moros en la costa”*

-¿Taemin? – La chica bajita con cabello hasta los hombros me despertó de mi trance, concordaba bien con los otros miembros del servicio su largo vestido azul marino con delantal. Me pasaba muy seguido me perdía en mis propios conocimientos, por muchos años mis libros fueron mis únicos amigos.

-Disculpa, pensaba en un plan de acción – mentí mientras los dos salimos al pasillo que tenía años sin pisar. La verdad era algo angosto, y los cuadros de las paredes en su mayoría eran paisajes de pintores famosos. Mi padre era todo un coleccionista empedernido.

-Primero te daré un recorrido por la mansión – avanzó al final del pasillo y abrió la puerta que daba a las estrechas escaleras de servicio. Bajando por el obscuro recinto abrimos una segunda puerta que dio a la cocina.

-Buenos días – saludó ella a las chicas que estaban ahí – todas le correspondieron alegremente.

-Micaella – alguien la llamó con voz de autoridad – ha desaparecido una de mis tartas especiales de fresa – la chica tragó saliva y yo me escondí detrás de ella – ¿Y bien que tal estuvo? – Me volteó a ver algo asustada.

-Exquisita, como un pedazo de cielo que se deshace en la boca – temí en ese momento, pero no podía ocultar la verdad. Nos lanzó una fuerte mirada que me hizo temblar al instante y sentí como a mi corazón se le dificultaba bombear la sangre.

-¡Perfecto! – Gritó alegre y el gran hombre con algo de barba nos cargó a los dos con un abrazo – ¡Cuando el amo vuelva a la casa serviré tartas de cielo! – Giraba mientras nos sostenía y Micaella reía contenta, supongo que su manera de expresarse era única, era cálido y paterno.

-Es un excelente cocinero – le dije contento en medio del peculiar abrazo.

-Me agradas muchacho – me bajó  y movió la boina que tenía en mi cabeza era de color caqui como los pantalones que había conseguido Micaella – ¿Es tu pariente? – Preguntó a la chica que se quedó callada por un momento.

-Soy su primo – me apresuré a decir – puede llamarme Terrance – acerqué mi mano en señal de saludo. Había leído en libros de cortesía que así se debía de hacer, Micaella me miraba atónita.

-Mucho gusto pequeño, soy Fulanito – dijo abrazándome al instante y me cargó de nuevo – todo aquel que aprecie mis dones culinarios es bienvenido a mi cocina. – Me bajó – Tomén – sacó dos de mis amadas de la charola y me dio una a mí y otra a Micaella – coman bien, ambos están muy flacuchos y siempre que quieran más vengan a verme – afirmé contento, era como un sueño en mis manos tenía otro ángel de azúcar que me brindaría todo su amor.

Salimos de la cocina mientras yo seguía embelesado por la perfección de aquello a quien le daba todo mi corazón.

-No la sigas viendo de esa forma – Micaella habló cuando habíamos llegado al exterior de la mansión – es escalofriante.

-¿Lo escuchaste? Puedo ir cuando quiera – seguía más que emocionado, nunca pensé que el hombre que preparara mi comida fuera tan amable, sus platillos siempre lucían perfectos e implacables, siempre pensé que era un chef estirado y con cara de enojo. Ahora estoy seguro de algo, no  debes de juzgar a las personas por su comida.

– Lo sé – me dijo con una sonrisa- pero ahora te preparas para el plato fuerte  – giramos en la esquina de la mansión – Lee Taemin,  bienvenido seas al Valle de Dresde  – me señaló con su mano el amplio paisaje, mejor que las pinturas de la casa, más amplio con un cielo alto y cristalino, las pequeñas casas a lo largo del horizonte y lo mejor de todo el movimiento, había carretas, personas, animales. El viento hacía mecer la hierba y los árboles, era el lugar perfecto.  Me encantaba respirarlo, sentirlo, cerrar los ojos y escucharlo. Nunca pensé que lo tendría tan presente.

-¿Ahora qué quieres ver? – Me quedé atónito no sabía a dónde ir primero, miré la casa más lejana en el horizonte, pero aun así no podía elegir.

-Quiero tocar a Clavela  – ese era mi sueño desde que la había visto por la ventana cuando era niño ¿Qué se sentiría tocar una vaca?

-Bien en ese caso, vamos a los establos – no le pareció rara mi propuesta, pero eso me bastaba en el establo también había caballos y otros animales.  Eso era demasiado emocionante, sentí una punzonada en el pecho – ¿Estás bien? Ella me vio con una mirada suplicante – me debía calmar, si no, lo arruinaría todo.

-Estoy bien – me tranquilicé. – Solo pensaba qué animal tocar primero.

-Eres raro Taemin, muy raro – me dijo ella mientras seguía caminando con dirección a la construcción de madera detrás de la blanca mansión con grandes ventanales, balcones y barandales.

 

Entré al establo nervioso detrás de ella, me parecía ilógico esconderme así porque ella era mucho más bajita que yo, aun así supongo que el temor es una reacción normal a lo desconocido. *Temor: moción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza* No tenía razones para sentirme amenazado, tal vez no era temor.

-Clavela ha de estar de aquel lado – señaló uno de los pasillos de la construcción de madera, no esperaba que tuviéramos tantos animales en ese lugar.  – Los caballos están por aquí y las ovejas están en el granero del otro lado. – Señaló hacia otra puertita en uno de los lados del establo, era enorme, de verdad enorme, lleno de paja y algo obscuro, toda clase de olores inundaban el aire, algunos muy desagradables, otros más fáciles de soportar.

Un chico pasó con una cubeta de alfalfa y la colgó de un perchero oxidado en la pared.

-Buenos días Rogelio – mi acompañante se adelantó a decir.

-Micaella, es un gusto que vengas por acá –  dijo acomodando paja – ¿O es que acaso deseabas verme? ¿Ya pensaste en lo que te pregunté?

-No te hagas ilusiones – la chica me jaló y me puso a su lado – vine a enseñarle el lugar – su forma de hablar era algo agresiva.

-No había visto a tu amiga – giré el cabeza, confundido y Micaella se atacó de risa al instante.

-No es una chica – pudo pronunciar entre las risas. El muchacho alto con cabello corto y rostro de maleante se acercó más a mí con los ojos abiertos.

-Lo siento – me dijo – está muy obscuro aquí y eres tan delgado, tu nariz es muy fina, tu cabello es algo largo  y…

-Está bien así – me molesté, no quería que siguiera encontrando más similitudes con la apariencia de una chica. Ya sabía que mi cuerpo no era tan masculino, aunque el suyo se veía trabajado no era perfecto, se podía ver una barriga debajo de ese chaleco y camisa, no era un cuerpo perfecto como el del nuevo chico.

-Soy Rogelio – me prestó su mano y la tomé por cortesía – Terrance – recordé mi papel.

-Vamos Terrance – Micaella tomó mi mano – veamos primero a las vacas – me empezó a arrastrar lejos de ese lugar.

-Los acompaño, es la hora de comer del ganado – el chico comenzó a caminar junto a mi y me lanzaba miradas algo incómodas.

-¿Qué edad tienes? – Me preguntó en el camino.

-Dieciocho – contesté muy intrigado.

-Vaya aun eres muy pequeño.

-La edad no es importante – Micaella contestó aun más molesta. No entendía lo que estaba pasando.

-Pero un hombre debe cuidar y proteger a una dama, como podrá hacerlo si él es pequeño.

-Me parece que una dama puede protegerse a si misma y no quedarse en casa esperando a un simple borracho – el chico se quedó ahí y Micaella siguió avanzando.

-¡La cocina es el lugar de una mujer! – Fue lo último que gritó mientras nos alejábamos.

-Me desespera, como me desespera – dijo muy enojada – yo que lo saludo por cortesía y el que viene a fastidiarme con lo mismo.

-¿Por qué no le dices que te gusta alguien más? –Me seguía jalando y sujetando de la muñeca con fuerza.

-Por que no importa quién me guste a mí, si no lo que quiera él.

-Eso suena muy complicado – ella me soltó.

-Llegamos – abrió una puerta y una hilera de cajones con varios toros, vacas y becerros se presentó ante mí, era muchos animales. – Clavela está al fondo, la pobre ya está algo vieja  – comenzó a caminar mientras yo quedaba anonadado por los animales que nos miraban y empezaban a hacer  ruido – se comportan así porque ya es hora de que salgan  – me dijo suponiendo mi curiosidad.

Llegamos al final de pasillo y ella jaló un mecate que abrió una puerta de madera, en el interior una gran vaca blanca con manchas marrones estaba echada sobre la paja masticando.

-Clavela, te presento a tu más grande admirador – mi noona me dio una sonrisa y luego me acercó al animal porque me había quedado petrificado viendo – Taemin esta es la señora Clavela – empezó a reír.

Ella se agachó y yo la imité tomo mi mano y la puso sobre el lomo del animal, de verdad era grande y su piel era tan cálida. No era muy suave, si no que era aspera pero si seguías la línea de pelaje encontrabas algo suave, se movía, se sentía su respiración. La vaca se giró y me vio de forma despreocupada se giró y continuó masticando, comencé a reír mientras seguía acariciando.

-Eres todo un niño pequeño – Micaella se puso de pie. Yo avancé de cuchillas hasta la cabeza del animal para seguir acariciando.

-Creo que lo soy  – estaba tan contento de poder tocar al animal y que me viera con esa curiosidad. Escuché unas puertas abrirse y el despreocupado animal se empezó a levantar.

-Parece que Pancho ya va a sacarlas – Micaella se asomó.

-Vamos Clavela, no seas tan floja – el habló y luego nos miró. – Parece que tienes visitas – el hombre de unos treinta años con un bigote arreglado y de sombrero sonrió – Creí que no te acercabas a las vacas Micaella.

-Mi amigo quería verlas – me señaló y yo me levanté y extendí mi mano.

-Terrance, mucho gusto – el me dio un fuerte y cálido apretón.

-¿Viniste a ver a la reina del establo? – Preguntó con una sonrisa, había muchas personas agradables en ese lugar, solo uno me había fastidiado hasta ahora, pero Pancho parecía ser un buen hombre. – Soy pancho, su sirviente personal – otra cálida sonrisa acompañó la frase. – A ver a tus seguidores Clave – la vaca empezó a salir lentamente, luego la seguimos para ver como todas las vacas, toros y becerros se movían tras de ella. – Toda una reina – nos miró gracioso y luego caminó al exterior.

-Es asombroso – los grandes animales me rodeaban.

-Haz de ser citadino – me miró confuso – para mí es el pan de todos los días. – Los animales seguían avanzando mientras yo los veía sin parar, era una sensación asombrosa, la emoción me hizo sentir otra pequeña punzonada en el pecho, pero decidí ignorarla. Los cencerros comenzaron a sonar.

-¡Micaella! – Alguien gritó y volteé a ver como Pancho empezaba a acomodar a la chica que había caído al suelo, luego salía Rogelio del establo y también ayudaba.  Leonora no tardó en aparecer y tras de ella más chicas, yo también estaba ahí ayudando hasta que Mr. Jinki se asomó y parecía que se aproximaba al lugar, me tuve que alejar al instante, era la única persona que me podría reconocer.  Utilizando la conmoción me moví hacía atrás del establo. Y empecé a alejarme intentando no hacer mucho ruido así llegué hasta uno de los jardines de la mansión coloreado por todo tipo de flores y fragancias, decidí caminar por ahí un rato hasta que pasara la conmoción y luego buscaría a Micaella.

Estaba intentando identificar todas las flores del lugar, su especie, genero y familia cuando vi a nuestro nuevo sirviente, Minho. Ahora traía el uniforme de la casa, parecía que también trabajaba en el interior, pasó por el jardín y vi que tomó una rosa rosa, vaya que redundante. *  Los rosales son un conocido género de arbustos espinosos pertenecientes a la familia de las rosáceas, además de su uso ornamental también se usa de aceite esencial (perfumería y cosmética), usos medicinales (fitoterapia) y gastronómicos.*  Y luego siguió caminando al suroeste.  Lo seguí con la mirada para luego avanzar detrás de él, era bastante rápido pero aun así quería averiguar sobre su comportamiento él era mi única conexión con el bosque, debía conocerlo si deseaba ir algún día al lugar de las brujas.

Así caminó hasta las casas y habitaciones de los sirvientes de tiempo completo de la mansión. Para mi sorpresa se metió en una de las más grandes, miré confundido la casa de madera con chimenea.

-Esta es la casa del mayordomo – miré de un lado al otro y giré para asomarme por la ventana – estaba parado en medio de la habitación poniendo la flor sobre la mesa. Todo era muy raro, me quedé observándolo un rato mientras él estaba parado viendo la rosa. Su rostro era igual de perfecto como cuando lo había visto hace unos días, y su cabello ahora que no estaba invadido por el sudor se veía bastante suave. La puerta no tardó en abrirse y entró Mr. Jinki  al lugar y se asombró al ver a Minho ahí.

-Te estaba esperando – el más alto dijo mientras el otro solo respondía con una sonrisa y se empezaba a quitar el saco – ¿Fue un día pesado? – Jinki pasó junto a él y se sentó en una silla frente a la mesa, luego miró la rosa.

-Un poco, me preocupa una de las chicas, siempre se desmaya cuando está cerca del establo o de las vacas – se empezó a desabrochar los primeros botones de la camisa.

-¿Una chica? – Sus pasos lo dirijieron frente a Jinki.

-Sí, creo que ya debes conocerla, se llama Micaella – Jinki parecía tranquilo.

-Una muchacha simpática – el chico lanzó una pícara sonrisa y luego se sentó sobre las piernas de mi mayordomo. Me quedé petrificado en la ventana, algo me decía que no debía seguir viendo, pero nada me lo impedía. –Espero que solo la veas como una muchacha simpática – los brazos del moreno rodearon el cuello del castaño que lanzó otra sonrisa. Luego pasó algo que nunca hubiese imaginado, ambos se comenzaron a probar, la presión de ambos labios seguía un ritmo que se marcaba por las respiraciones de ambos sujetos que se iban acelerando.  Los brazos de mi mayordomo rodearon la cintura del chico y este se pegó más a él aun sobre sus piernas sobre la silla que se mecía y parecía que estaba por romperse.

Una punzonada en mi corazón me hizo agacharme y tirar una de las macetas al borde de la ventana. Traté de respirar, pero la emoción era demasiado intensa. Escuché voces.

-Creo que hay alguien afuera – la voz de Jinki me hizo intentar pararme.

-No te detengas – la otra voz sonaba incitante, como si también me lo dijera a mí – me parece más sensual si nos están observando – me levanté con ayuda de la pared y solo vi de reojo como el chico ya le estaba quitando la camisa a Jinki, mientras el otro subía la suya. Seguían besándose, pero yo no me podía quedar más tiempo, aunque moría de curiosidad, esa curiosidad podría matarme como a un gato. *Originalmente se decía el cuidado mató al gato, preocuparse demasiado era malo para la salud y los gatos eran vistos como cautos y cuidadosos, proviene del siglo XVI en Inglaterra, con el paso del tiempo se cambió por la curiosidad, es fácil que una persona metiche muera por su indiscreción.* Mis pensamientos me ayudaron a que el dolor se calmara y de la nada Micaella me encontró en el jardín de rosas.

-¿Dónde estabas? – Preguntó asustada y yo solo la volteé a ver aletargado – Vámonos ya, Perengana ya viene de regreso, dieron la noticia de que automóvil se había descompuesto en el camino, agradece por eso, si no te hubiesen atrapado – afirmé y ella me jaló para que entráramos a la casa. Simplemente no supe como llegué a mi habitación pero no podía sacar esa imagen de mi mente.

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Tres simples pasos para caer profundo +Introducción+

TRES SIMPLES PASOS PARA CAER PROFUNDO

Introducción

El aire del campo es más puro que el de la ciudad, los aromas que lo invaden son los más esquicitos y distintivos, desde el humo acompañado con el olor a comida de las pequeñas casitas hasta los amplios jardines y prados con perfumes de gardenia, lavanda, azucenas, rosas y todas aquellas bellas flores que colorean el paisaje. Esas eran las palabras en los libros de mi padre, en lo personal odiaba el campo, bueno no él campo en sí, creo que eso estaba bien, lo que odiaba era la mansión que siempre me tenía retenido viendo esos paisajes sin poder disfrutarlos.

-El señorito está por cumplir 18 – otra vez hablaban de mi, si no era por los sirvientes me sentiría abandonado en esa mansión, con mi padre encerrado en su despacho leyendo todo el tiempo y escribiendo sus raros libros.

-¿Va a ir a estudiar a la capital como su hermano?

-No lo sé Leonora, la universidad tiene demasiadas solicitudes.

-¿Tu cómo sabes eso?

-Mi hermano mayor quiere entrar, está por hacer el examen, dice que ahora la gente es aceptada por sus conocimientos y no por su dinero.

-Dile que siga soñando – Leonora siempre era demasiado honesta y molestaba a las más jóvenes con su actitud, pero todas la respetaban porque era una mujer casada y trabajadora, aunque era obvio que la pobre de Micaella sufría más por que se consideraba una mujer del nuevo siglo. Eran un dueto cómico para mí, pero luego en mi teatro privado apareció un nuevo personaje que  no esperaba ver.

-¡Minhooo! – Leonora gritó bastante fuerte – ¡Ya deja de cortar leña, con eso es suficiente!

-¡Está bien noona! – En ese momento voltee a ver al chico que se encontraba al otro lado del jardín cerca del pequeño establo. Mis pensamientos se detuvieron en ese momento. Ahí estaña un chico alto y sudoroso cortando leña. En ese momento entendí por que las personas esculpían figuras masculinas, observé al chico sin camisa dejar el hacha de lado y secarse el sudor de la frente con su brazo.  Al girarse pude notar sus músculos bien trabajados y su figura contorneada, me quedé estático un momento y el chico comenzó a avanzar hasta la parte del patio donde estaban Leonora y Micaella. Desde la ventana de esa habitación apenas pude distinguir  un poco de su rostro. Su cabello negro empapado por el sudor contorneaba sus cejas que marcaban sus grandes y profundos ojos, sus nariz y sus labios formaban un buen perfil, simplemente era un joven ejemplar, yo por mi lado me sentía tan esbelto y femenino a veces. Tal vez el trabajo en el campo podía hacer que una persona se viera así.

-Ya es la hora de comer muchacho – Leonora hablaba con él, así que decidí poner mucha atención a lo que conversaban –apenas es tu primer día aquí y ya te quieres matar de cansancio.

-Lo siento Noona, pero quiero hacer todo lo posible para agradecerle a Onew la oportunidad de trabajar aquí.

-Este muchacho es demasiado bueno. Te digo Micaella, lo voy a casar muy pronto, cosas como esta no se desperdician.

-¿Vas a volver a estar de casamentera? – Micaella dio un salto para atrás –si es así me debo de alejar, ya te dije que no me gustan tus métodos para casar a chicas inocentes.

-Es solo que tu eres demasiado rara, yo te llevé buenos partidos.

-Minho ¿Vienes de la parte cercana al bosque verdad? – Micaella optó por ignorar a Leonora, lo cual me agrado por que hizo una pregunta interesante.

-Si, de hecho la cabaña de mi padre ya se encuentra dentro del bosque.

-¿No es peligroso ahí? – La chica con el uniforme azul marino abrió grande los ojos – he oído que está lleno de brujas.

-No hay mucho problema, mi abuela era una bruja – la chica saltó para atrás al oír esto – pero no te preocupes eso fue hace mucho tiempo, además pocos hombres se dedican a la brujería y mi casa está llena de hombres.

-En eso tiene razón solo conocí un chico que se dedicaba a la brujería – Leonora comenzó a avanzar hacia la cocina donde todos los sirvientes se juntaban a comer – era bastante bueno cuando predecía el futuro, fui hace como 5 años a verlo para ver si mi hijo nacería saludable, tenía solo unos 14 años y ya era asombroso.

Las voces y las figuras se perdieron de mi vista, mi función de teatro se había terminado, pero esta vez merecía una ovación de pie, por que se había vuelto muy interesante.

-Mañana tengo que escapar de nuevo de este lugar – dije decidido al ver las paredes que me aprisionaban y recordaba mis escapadas unos años atrás antes de que me pusieran a mi niñera de tiempo completo. Pero ahora quería saber más sobre este chico y las cosas que rodeaban el valle, creo que había conseguido un nuevo interés en una pequeña conversación.

 

 

El campo con sus verdes planicies,  sus amplios paisajes, sus aberrantes sembradíos, ya lo odiaba. Siempre que hacía algo mis padres me mandaban de regreso a la casa de campo, a que aprendiera mi lección en el lugar más aburrido de la tierra. Amaba mi bella ciudad llena de tiendas, fiestas y las mujeres, lo mejor de todo eran todas aquellas damas dispuestas a entregarte sus placeres. Pero mi estilo de vida era completamente desaprobado por mis padres y al ser el único heredero varón solo volvía la desgracia más grande.

-Sebastián – dije aún molesto de ver la campiña – llévame al lado del bosque quiero que lean mi fortuna.

-Señor, la señora fue muy clara de que tenía prohibido ver cualquier dama, eso incluye madame Carmela.

-Pues llévame con una anciana o algo así, sabes bien que no vengo al prado sin que me digan la suerte antes de llegar a esa casona aburrida.

-Conozco alguien muy bueno para descifrar el destino – dijo el cochero asomándose por la ventanita con su larga nariz.

-Bien llévame con esa persona – dije molesto, se había metido en mis asuntos pero no me importaba, ver a las brujas del bosque era lo que más me divertía en ese lugar, no pensaba ignorar mi única diversión.

-Es aquí – el chofer se detuvo frente a una pequeña casita, algo en ruinas.

-¿Qué clase de bruja vive aquí? ¿Es joven? – pregunté al ver el pequeño lugar, las brujas más grandes decoraban sus casas con miles de objetos exóticos y todo para llamar la atención de los  que deseaban conocer su fortuna. Muchas eran estafadoras, otras se dedicaban a seducir y algunas hasta habían logrado que ricachones les entregaran sus fortunas, yo siempre me cuidaba de ello y escogía brujas de confianza o con un buen cuerpo, dependiendo de lo que deseaba.

-Es el mejor que conozco señor, se lo garantizo.

-¿El mejor? – me asombré ante estas palabras, pero me decidí a entrar de esta forma Sebastián no molestaría más, que podía pasar si entraba a hablar con un chico.

-Buenas tardes – la puerta rechinó detrás de mi y se cerró, el lugar parecía una cabaña común y corriente, no había ni una mesa de lectura, ni objetos raros –ese viejo cochero está jugando conmigo.

-Pasa, siéntate – un chico apareció detrás de mí e hizo que saltara del susto. Luego lo vi adelantarse contoneándose ante mí con su esbelta y delicada figura, su piel se veía bastante pálida pero fina, como las muñecas de mi hermana.

-¿Tu les las cartas? – dije asombrado al ver como se sentaba en la mesa común, donde parecía que comía y preparaba la comida, pensé que era bastante extraño.

-A veces, prefiero leer otras cosas – dijo algo molesto y girando los ojos parecía que se desesperaba de mi, en ese momento observé su delicado rostro y sus ojos casi felinos – si no piensas sentarte, vete. No quiero que desperdicies mi tiempo, tengo muchas cosas por hacer- su actitud era la de toda una diva, pero aunque estaba ofendido y sentía que todo era una farsa en mi cuerpo se creó una enorme necesidad de hacer lo que él decía.

-¿Cuál es tu nombre? – Pregunté mientras me sentaba frente al chico y lo miraba fijamente.

-Llámame Key – dijo mientras sacaba un saco de su pantalón que contenía varias rocas.

-¿Cuánto me va a costar esto? – Dije al ver que no me cobraba por adelantado como las otras brujas que había visitado.

-Tú sabrás cuanto pagarme. Bien está todo listo- las rocas ahora formaban figuras sobre la mesa – Dame tu mano – extendió su brazo y yo puse mi mano en su palma en ese momento sentí una descarga eléctrica, pero no estaba seguro su procedencia.

-Pero no te he preguntado nada –dije al ver que estaba por empezar a leer lo que fuera a leer.

-No tienes por que hacerlo – dijo luego sentí como apretaba un poco mi mano, para luego ver como las piedras se iluminaba poco a poco y aire comenzaba a salir de la mesa, luego se iluminó más y sentí una fuerte brisa en el rostro, pero esta se terminó rápidamente.

-¿Qué pasó? -Mire asombrado al chico que veía con ojos muy abiertos

-Algo no salió bien – dijo poniéndose de pie y caminado hasta un estante para tomar un libro.

-¿Algo está mal en mi futuro? – También me levanté y caminé hasta donde estaba él.

-No es eso –dijo hojeando el libro – es que no puedo ver tu futuro.

-¿Qué clase de brujo no puede ver el futuro? – Dije mientras intentaba ver lo que hojeaba.

-Pude ver tu pasado y la pregunta que deseas hacer, pero no tu futuro – en ese momento yo ya me encontraba sobre su hombro viendo las páginas del libro y pude respirar su fresco aroma, no era ningún perfume costoso, posiblemente solo era su olor natural, pero era más que perfecto. El chico volteó a verme y me alejé rápido, luego decidí decirle algo de forma molesta para que no notara mis intenciones.

-Creo que solo eres un estafador – el chico rodo los ojos, dejó el libro en el estante y adopto una posición de superioridad, luego cruzó los brazos.

-Jonghyun eres el primogénito de una familia rica y vives una vida de excesos por eso siempre terminas castigado en este lugar –no me asombró nada eso, cualquiera podría saberlo – esta vez fue por tu relación con la hija del socio de tu padre, que rompiste por una dama de sociedad casada con la que te acostaste varias veces – bueno me impresionó un poco más – tus padres te enviaron como castigo y por seguridad por que su esposo está detrás de tu cabeza.  Reprobaste el examen de la universidad de forma desastrosa, careces de talentos y aunque presumas todo el tiempo tienes baja autoestima  – ahora solo me estaba fastidiando. – Vienes en busca de tu fortuna haciendo preguntas tontas, pero nunca lo que de verdad deseas preguntar, quieres saber si encontrarás una chica buena que te corrija y con la que puedas compartir el resto de tu vida porque en realidad eres un romántico, pero temes debido a que la primer chica que amaste te engaño con tu mejor amigo.

-¿Ya fue suficiente? – sentía un horrible deseo de llorar, sentía mis ojos cargados de lágrimas apresurándose a salir.

-Disculpa – dijo agachando la cabeza – pero no me gusta que duden de mis habilidades, te daré un hechizo para que te sientas mejor – dijo estoy caminó hasta un estante para subir unas escaleras tratando de alcanzar la parte superior. Me quedé viendo ese chico se contoneaba hasta subiendo las escaleras podía ver su bien formado trasero desde abajo, sus piernas delgadas y ese movimiento que me obligó a girar un poco la cabeza. –Aquí está –dijo bajando las escaleras.

-¿Qué es eso? – me preguntaba qué clase de pócima me daría ¿Si la olvidaba mi futuro aparecería ante sus ojos?

-Solo es un dulce – dijo abriendo el frasco – te sentirás un poco mejor, me disculpo por mis palabras pero espero que no me vuelvas a menospreciar.

-¿Qué eres? – de mi mente solo pudieron salir esas palabras.

-¿Qué soy? – Dijo confundido inclinado la cabeza – soy un excelente hechicero y me visto mejor que tú aunque soy pobre.

-Te gusta insultarme – dije acercándome a él con la necesidad de tocar su rostro, me había embrujado, de eso estaba seguro.

-Solo digo que esos zapatos y ese abrigo no hacen juego, deberías cuidar más tu apariencia si quieres seguir con la vida de Casanova que llevas, solo has de atraer a chicas sin sentido del buen vestir o corrientes – decidí abrazar ese esbelto cuerpo, sus insultos solo me incitaban más a tocarlo, pero la puerta se abrió de golpe.

-¡Hermano me pagaron 2 rubines por cuidar las vacas! – entró un niño entre 12 y 13 años.

-Buen trabajo ¿Y tú hermana? – el chico se acercó a la puerta.

-Viene con Minho, parece que ambos también consiguieron buenos trabajos en la mansión.

-Oppa – una niña de 11 corrió hasta la puerta seguida por un chico bastante alto – soy ayudante en la cocina – dijo muy contenta.

-Gracias por llevarlos Minho – le dijo al chico alto y lo abrazó, esto me hizo enfurecer, pero luego vi que Sebastián y el cochero seguían afuera esperando.

-Te dejaré Key, parece que tienen mucho de qué hablar – dije poniéndome el sombrero y saliendo por la puerta – aquí está tu dinero – le di una buena cantidad, por lo general las otras brujas pedían eso.

-No tienes porque, no fui muy útil – dijo intentando devolverme el saco de monedas.

-Está bien me aconsejaste, pediré unos mejores zapatos.

-Si eso deberías hacer, también arregla tu cabello – dijo con su aire de superioridad. Solo pude reír y empezar a avanzar al coche.

-Nos vemos pronto, creo que será difícil deshacerte de mí.

-Hasta luego caballero – la niña me hizo una reverencia y me pareció muy tierno.

-¡Vayan a lavarse las manos! – ya casi es hora de comer.

-Nos vemos, la próxima vez lograré leer sin problemas – me grito como despedida.

-¿Descubrió algo interesante señorito? – Sebastián ahora me hablaba mientras que el carruaje empezaba a avanzar.

-Creo que encontré mi próximo amante – dije entre susurros, si ya había probado y disfrutado toda clase de chicas supuse que un chico sería una nueva experiencia y no estaba contra las órdenes de mis padres.

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